Ensayos de
Montaigne seguidos de todas sus cartas conocidas hasta el día
Tomo I y Tomo II
Michel de Montaigne
Capítulo
XXI
El beneficio de unos es perjuicio de otros
El ateniense Demades
condenó a un hombre de su ciudad, cuyo oficio era vender las cosas necesarias
para los entierros, so pretexto de que de su comercio quería sacar demasiado
provecho y de que tal beneficio no podía alcanzarlo sin la muerte de muchas gentes.
Esta sentencia me parece desacertada, tanto más, cuanto que ningún provecho ni
ventaja se alcanza sin el perjuicio de los demás; según aquel dictamen habría
que condenar, como ilegítimas, toda suerte de ganancias. El comerciante no
logra las suyas sino merced a los desórdenes de la juventud; el labrador se
aprovecha de la carestía de los trigos; el arquitecto de la ruina de las
construcciones; los auxiliares de la justicia, de los procesos querellas que
constantemente tienen lugar entre los hombres; el propio honor y la práctica de
los ministros de la religión débese a nuestra muerte y a nuestros vicios; a
ningún médico le es grata ni siquiera la salud de sus propios amigos, dice un
autor cómico griego, ni a ningún soldado el sosiego de su ciudad, y así sucesivamente.
Más aun puede añadirse: examínese cada uno en lo más recóndito de su espíritu,
y hallará que nuestros más íntimos deseos en su mayor número, nacen y se
alimentan a costa de nuestros semejantes. Todo lo cual considerado, me convence
de que la naturaleza no se contradice en este punto en su marcha general, pues
los naturalistas aseguran que el nacimiento, nutrición y multiplicación de cada
—70→ cosa tiene su
origen en la corrupción y acabamiento de otra.
Tomado de Fundación Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes.